Tal y como contaba el otro día, en verano es cuando más intoxicaciones se registran. Los cambios de hábitos y los cambios alimenticios que adoptamos propician que esto sea así.
También son frecuentes las infecciones, y entre ellas las intestinales, a causa de alimentos contaminados crudos y preparados. Las infecciones intestinales provocan cuadros de diarrea aguda simple, con un período de incubación de 48 ó 72 horas. Entre las más comunes, la gastroenteritis, cuando se producen vómitos. Pero también pueden desarrollarse otras más complejas, como el síndrome urémico hemolítico (SHU), que ataca sobre todo a niños pequeños y que puede ser el punto de inicio de una insuficiencia renal crónica.
Por ello, hay que cuidar al máximo su conservación para evitar su deterioro acelerado. Por ejemplo, si vamos a consumirlos cocidos, es fundamental que alcancen el punto correcto, porque de lo contrario no se eliminarán los microbios que contienen de por sí. Esto lo comprobamos si en su interior tienen puntos o zonas rojas.
Por regla general, los productos que adquirimos llevan escritos en sus etiquetas unos consejos de conservación para que el alimento se mantenga en condiciones óptimas. Hay que leérselos y prestarles atención si queremos evitarnos largas estancias en el cuarto de baño.
Si esto nos llega a ocurrir, podemos frenar la diarrea si es demasiado prolongada. Como remedio casero, os recomiendo el carbón vegetal, que se obtiene del coco. Se almacena en el tubo digestivo y actúa sobre las flatulencias, absorbiéndolas y evitando la hinchazón abdominal.
Resumiendo, hay que olvidarse de la idea de comidas express y mal preparadas, para invertir un poco de nuestro tiempo en descubrir cómo cocinarlas.