Los patrones de nutrición de los adultos son los que han seguido sus hijos.La mala alimentación se ha repetido, corregida y aumentada. Una formación desde edades tempranas es la mejor forma de abordar el problema.
Los españoles no comemos bien. Esto se sabe desde hace casi una década, aunque la voz de alarma haya saltado tan sólo tres o cuatro años atrás. ¿Cuál es la razón? Los altos índices de obesidad detectados en los niños y jóvenes en España.
El dato reflejado por la Encuesta Nacional de Salud no puede ser más claro, pues el 27,6% de los menores españoles presenta problemas de sobrepeso o de obesidad.
Otras fuentes, como la International Obesity Task Force (IOTF) atribuyen a los escolares un índice de obesidad del 9%, mientras que el 33% tiene sobrepeso.
España se situaría, según esto, como el segundo país de la Unión Europea con mayor número de niños gordos en edades comprendidas entre los 7 y los 11 años.
La preocupación por lo que desde la Comisión Europea se ha definido como la nueva epidemia, cuyas filas engrosan cada año 400.000 nuevos niños europeos, ha hecho que se pongan en marcha diversas acciones por parte de los distintos países miembros. En España algunas administraciones han tomado cartas en el asunto. Es el caso del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM), que junto a la Fundación Española de Nutrición (FEN) ha presentado recientemente el informe Valoración de la dieta española, donde se miden los pros y los contras de la forma de comer de los españoles.
Otros organismos, como el Fondo de Regulación y Organización del Mercado de los Productos de la Pesca y Cultivos Marinos (FROM) han optado por incluir al público infantil como consumidor potencial, en este caso de pescado.
Acciones como la creación de una radio que está en la Red a través de unidades móviles y en la que son los propios escolares quienes difunden las bondades de tales productos acaban de ponerse en marcha con el comienzo del año.
Fuentes del FROM consideran que lo que se pretende es que “desde el poder que tiene el consumidor infantil dentro de su propio entorno, se produzca una cambio paulatino de los hábitos de consumo en España, donde la presencia de productos pesqueros sigue siendo baja en relación con otros alimentos”.
Y es que si los adultos cometen fallos en su propia nutrición, aún lo hacen peor cuando hay presencia de niños en el hogar. Siguiendo con el pescado y según datos del organismo arriba citado, los hogares españoles donde hay escolares lo consumen tres veces menos que aquéllos en los que sólo hay personas adultas.
A esto se suma el proceso socializador que, en materia de nutrición, realizan los centros escolares, que durante las últimas décadas han venido a complementar la educación tradicional en materia de alimentación.
“Los hábitos alimentarios empiezan a formarse casi desde el momento del nacimiento”, dice Susana del Pozo, doctora por la Universidad Complutense de Madrid; “se desarrollan en la infancia y especialmente en la adolescencia, para luego mantenerse durante toda la vida”. Según esta experta, “la población infantil es un grupo especialmente vulnerable desde el punto de vista nutricional, pero también muy receptivo a cualquier modificación y educación en materia de nutrición”.